La retórica incendiaria del gobierno venezolano seduce a propios y extraños en tiempos de globalización economicista y pensamiento único. Sus bravuconadas contra el imperialismo, el libre comercio, la guerra en Irak, la injusticia social y la pobreza despiertan solidaridades entre las personas que intentan construir un mundo mejor. El detalle está en que este discurso, pulcro y redentor, tiene muy poco que ver con las actuaciones de un ejecutivo con siete años en el poder. Incluso con frecuencia, es exactamente lo contrario. Ejemplos sobran, pero quizás el más evidente es el que vende la actual política energética como parte de una supuesta estrategia de soberanía petrolera. Y Venezuela, como tod@s sabemos, vive del oro negro. Desde El Libertario hemos venido informando las diversas negociaciones con las multinacionales energéticas, las cuales entran en una nueva fase con la instauración de las empresas mixtas, figura jurídica que asocia las empresas foráneas con el Estado venezolano.
Podríamos nombrar decenas de ejemplos en los que la política bolivariana real ni siquiera es merecedora del adjetivo reformista. Su incapacidad se diluye entre pugnas intestinas, demagogia, burocracia, una corrupción galopante y un sistema caudillista maquillado como democracia participativa. La gestión de viviendas es paradigmática en este sentido. Ante el déficit de millón y medio de casas, el gobierno ha construido apenas cien mil en los últimos cuatro años. Las cifras oficiales (www.sisov.mped.gov.ve) muestran que el gasto público en el sector como porcentaje del PIB fue en el 2004 (0,6%), menor que en los cuatro años anteriores a 1999. Y que en el 2005, el gasto en vivienda como porcentaje del gasto social (8,9%) fue menor que el trienio 96-98. El organismo encargado de ejecución de planes, CONAVI, fue sede de una reyerta a comienzos de abril cuando los solicitantes de viviendas descubrieron sus recaudos en los basureros del organismo. Los pocos complejos habitacionales entregados se han destinado a los activistas de partidos políticos del proceso, incluso se han dado casos, como en Maracay, en dónde diversos gangs de las policías regionales se han batido a tiros por el control de casitas sin terminar. Desde las altas esferas se promueve la invasión de propiedades como paliativo, mientras las chequeras de la nueva burguesía bolivariana son las únicas con acceso a viviendas dignas. Todo esto en medio de una gran bonanza económica producto de los altos precios del petróleo.
Para el ciudadano común palabras como “revolución”, “cooperativismo” y “participación” han perdido toda significación. Usándolas como eufemismos de las peores prácticas puntofijistas, la sin-razón bolivariana las ha vaciado de contenido y las utiliza como comodín para esconder el clientelismo y la flexibilización laboral. Ante tales despropósitos, los sectores conservadores del país se rearticulan, argumentando sin mucha dificultad las bondades de la gerencia de libre mercado, conceptos que ganan adherentes como solución a los desmanes de los adecos de boina roja. Como transición a ninguna parte, como expresión de la crisis estructural del país, el chavismo allana el camino para un feroz contraataque de los sectores de derecha. Las diferentes voluntades de cambio debemos a su vez mirarnos en el espejo chavista y mantener a raya a la pandilla de Marcel Granier y Primero Justicia. Retomar lo que haya que recuperar de las tradiciones revolucionarias y reinventar el resto. No aturdirse con cuentos embaucadores ni con maratones electorales, y dar organización a las iniciativas que más nos sirvan, medios que sean a su vez los fines deseados. Esta ética no tiene cargos ni millones para ofrecer, pero sí un pequeño tornado dentro de pechos que claman por un mundo en dónde las palabras y los hechos sean unidad indestructible.
1 comment:
concordo, e alias, os anarquistas, na sua maioria, sempre me espantaram pela sua lucidez.
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